Era la sala principal del antiguo Alcázar, un amplio espacio rectangular que servía de salón principal del llamado Palacio Mayor de la antigua casa real de Borgoña y que servía de escenario para las alegres celebraciones de la corte.
Es una de las estancias más antiguas del Alcázar y data del reinado de Alfonso VIII, en el siglo XII. En consecuencia, esta sala es una de las que se relacionan con el Alcázar antiguo.
Es accesible desde el patio de armas y recibe su nombre de las cuatro ventanas dobles o ajimezadas que, antes de las reformas de Enrique IV, daban al exterior del Eresma durante el reinado de Alfonso VIII. Una ventana ajimezada es un tipo de ventana utilizado en arquitectura que consiste en dos arcos idénticos unidos por una pequeña columna o pilar conocido como parteluz. Entonces, estas ventanas daban a una terraza que más tarde se convertiría en la Sala de la Galera, que entonces se cubrió. Las ventanas de esta zona también se conocen como "festejadores" porque es donde los novios solían sentarse y conversar.
En los zócalos de las ventanas hay curiosas pinturas mudéjares de enormes pájaros que parecen avestruces y restos de "laceras", que son pinturas rojas sobre fondo blanco. Tanto el diseño original de la sala como la preferencia de los monarcas de Castilla por la ornamentación islámica quedan atestiguados por estas pinturas.
La Fundación Lázaro Galdiano ha cedido al museo una colección de notables caballos y caballeros que se montan y equipan con magníficas armaduras de acero para el torneo, así como diversas formas de armadura que se dispersan por el espacio.
Uno de los ejemplos más llamativos de la tradición islámica en la pintura de Segovia puede verse en las laceras, o zócalos entre las ventanas, de estilo mudéjar. Son piezas de la decoración original del Palacio Viejo, así como restos de pinturas descubiertas durante las reformas en la Casa de Argila, una casa del siglo XIII en el adyacente barrio de Canonjas.
La técnica del fresco y el uso del almagre, un óxido de hierro, como color de base dan a estas pinturas su aspecto distintivo.
En la documentación bajomedieval, las laceras se denominaban "pintura de lo morisco" o "pintura de echar cintas" y se realizaron entre los siglos XII y XIV. Sus orígenes se remontan al Califato de Córdoba, y se siguieron utilizando en los siglos XVI y XVII, aunque con menor frecuencia.