La entrada principal al recinto es la Puerta del León, situada en el muro exterior del complejo. Entre el dintel de esta puerta y bajo un matacán había una pintura de un león, cuyo origen se desconoce, pero que aparece en los dibujos de Richard Ford de 1832. En 1876, Joaqun Domnguez Bécquer restauró esta pintura. En 1892, un mural de azulejos diseñado por Manuel Tortosa y Fernández con el asesoramiento histórico de José Gestoso sustituyó la pintura. El azulejo fue realizado en la fábrica Mensaque y representa un león de estilo gótico que sostiene un crucifijo en su garra derecha y una bandera en la izquierda. Una filacteria en el pecho reza en latín Ad utrumque, que significa 'para una cosa y para otra', faltando la palabra 'paratus'; Ad utrumque paratus, que significa 'preparado para una cosa y para otra'.
El nombre de la Puerta de los Leones es probablemente del siglo XIX. Esta puerta era conocida anteriormente como la puerta de la Montera. Según Ortiz de Ziga (siglo XVII), se llamaba así porque era donde el rey iba a cazar con sus cazadores. Esta hipótesis se apoya en el hecho de que el padre de Pedro I, Alfonso XI, era tan cazador que escribió un libro de caza. El nombre se debe a que estaba decorado con relieves de caza, según José Gestoso. En el lado izquierdo del arco se encuentran los relieves de dos medallones polilobulados desgastados. Uno de ellos tiene la apariencia de un animal cuadrúpedo.
El patio del León está más allá de la puerta. Al fondo del patio hay un muro almohade con tres pórticos que parece haber sido reforzado posteriormente. Los arcos eran originalmente de herradura, pero durante el periodo cristiano se convirtieron en arcos de medio punto. Detrás de esta muralla se encuentra el patio de la Montera.