El Arco de San Lorenzo en Jaén fue construido entre los siglos XIII y XIV como parte de la desaparecida Iglesia de San Lorenzo. Se encuentra en la esquina de las calles Almendros Aguilar y Madre de Dios. Azulejos moriscos y artesonados adornan el interior, que también alberga una modesta capilla. Allí tiene su sede la Asociación de Amigos de San Antón.
Según la leyenda, aquí fue enterrado Fernando IV el Moro tras su trágica muerte en Jaén el 7 de septiembre de 1312. Por eso, a lo largo de los siglos, el Arco ha servido de lugar para el canto fúnebre de los obispos de la ciudad.
El 6 de julio de 1555, Maximiliano de Austria, tío de Carlos I, fue bautizado aquí.
El secretario del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, Juan de Olid, fue enterrado bajo el Arco. Construida en 1491 por Don Luis de Torres, hijo del Condestable Iranzo, la pequeña capilla era la capilla titular del cercano Hospital de la Madre de Dios. Además, sirvió como capilla del primer Seminario Conciliar de Jaén en el año 1620.
La iglesia de San Lorenzo fue abandonada y finalmente se derrumbó en 1825, quedando sólo el Arco. Su tesoro artístico se reparte entre las iglesias de San Bartolomé y de la Merced, mientras que la parroquia y el archivo se trasladan a San Bartolomé.
En 1877, después de que un grupo de jiennenses hiciera campaña para su completa destrucción, el lugar fue designado monumento nacional.
El arquitecto jienense Luis Berges Roldán supervisó el proyecto de restauración que se inició en 1969 gracias a la financiación de la Dirección General de Bellas Artes.
La iglesia, que se encontraba en los lugares que ahora ocupan los números 2 y 4, era de una sola nave. La cercana iglesia de la Merced alberga ahora muchas de sus obras de arte de gran valor, como el famoso lienzo del Cristo de las Injurias y el retablo de Santo Domingo y San Bartolomé de la Cuesta.
En el centro de la bóveda de ladrillo de la capilla cuelga un colgante de escayola con una lámpara votiva. Hermosos azulejos mudéjares forman un zócalo a lo largo de toda una pared de la capilla.
En una hornacina con arco rebajado sobre el altar se encuentra un crucifijo sobre fondo de damasco rojo. Una fina yesería mudéjar forma un festón a lo largo de todos los paneles de azulejos de esta hornacina.