La cúpula principal de la Basílica del Pilar forma parte esencial de su estructura y su imagen exterior. Situada en el punto de cruce entre la nave y el tramo central de la iglesia, está acompañada por otras diez cúpulas distribuidas a lo largo del templo. Estas están recubiertas por tejas vidriadas de vivos colores verdes, amarillos, azules y blancos, lo que contribuye a la silueta característica de la basílica.
La cúpula mayor, que corona el espacio central, fue decorada en 1872 como parte de un ambicioso programa artístico impulsado tras los daños sufridos durante la Guerra de la Independencia. El proyecto, liderado por Bernardino Montañés, contó con la participación de destacados pintores aragoneses de la época, quienes plasmaron escenas religiosas como la Coronación de la Virgen, los mártires aragoneses, los santos obispos, los evangelistas y otros personajes vinculados a la historia religiosa de la región.
Este conjunto de cúpulas, junto con las torres y el resto de la arquitectura barroca, otorgan al templo su inconfundible aspecto, convirtiéndolo en uno de los símbolos más reconocibles de Zaragoza y un importante centro de devoción mariana.
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