Galerías Pacífico es un centro comercial en Buenos Aires, propiedad del Grupo Sutton Dabbah. Fue inaugurado el 18 de mayo de 1992 y está ubicado en el histórico Edificio del Pacífico, construido en el siglo XIX, ocupando toda la manzana delimitada por las calles Florida, Viamonte, San Martín y la avenida Córdoba. En el centro del edificio se encuentran murales famosos, pintados entre 1945 y 1947, por destacados artistas argentinos como Antonio Berni, Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino y Demetrio Urruchúa, así como el gallego Manuel Colmeiro Guimarás. Estos murales son considerados una de las manifestaciones más importantes del muralismo argentino. Durante la última dictadura militar, los sótanos del edificio fueron utilizados como un centro clandestino de detención y tortura.
Según datos de 2014, Galerías Pacífico es el séptimo centro comercial en ventas del país y el primero en términos de visitantes turísticos, atrayendo a 10 millones de personas al año.
Durante la presidencia de Carlos Menem (de 1989 a 1999), se implementó una política de privatizaciones que incluyó el Edificio Pacífico, entonces propiedad de la empresa estatal Ferrocarriles Argentinos. En 1992, la empresa Galerías Pacífico S.A., propiedad de Mario Falak, inauguró el centro comercial. Como parte de las privatizaciones, en 1989 el Estado otorgó a Mario Falak la explotación comercial del edificio por 30 años, a cambio de un canon mensual de 30.000 dólares, lo que generó sospechas de corrupción debido al bajo monto del canon y la relación de amistad entre Falak y Menem.
En 1996, el Estado vendió el edificio a la empresa IRSA, propiedad de George Soros, por 12,1 millones de dólares, aunque estaba tasado en 30 millones, lo que también generó sospechas de corrupción. Sin embargo, la concesión comercial de 30 años a nombre de Falak continuó. En el año 2000, el Grupo Sutton, socio de Mario Falak en la explotación del centro comercial y del Alvear Palace Hotel, compró el edificio a IRSA por 15 millones de dólares.
En 2014, un informe periodístico situó a Galerías Pacífico en el séptimo lugar entre los principales centros comerciales de Argentina, con una facturación anual de 1.550 millones de pesos (unos 250 millones de dólares) y 10 millones de visitantes al año. Además, se destacó como el centro comercial más visitado por turistas internacionales en Argentina.
El edificio fue diseñado por el ingeniero Emilio Agrelo y el arquitecto Roland Le Vacher en 1888 como sede de la tienda por departamentos Au Bon Marché Argentino, aunque este uso nunca se concretó y los locales fueron ocupados por comercios menores bajo el nombre de Galería Florida. En 1896, se instaló allí el Museo Nacional de Bellas Artes y la Academia Nacional de Bellas Artes. Parte del edificio fue vendida en 1908 al Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, que estableció allí sus oficinas centrales.
Entre 1945 y 1947, el edificio fue remodelado y se construyó una cúpula con murales. La Galería sufrió un período de decadencia, pero en 1989 fue declarada Monumento Histórico Nacional y a principios de 1990 fue totalmente remodelada, instalándose un lujoso centro comercial, el Centro Cultural Borges, el Hotel Esplendor y varias instituciones educativas.
El edificio, declarado monumento histórico nacional, está inspirado en galerías europeas como la Galería Víctor Manuel II de Milán. Una remodelación en 1945 introdujo bóvedas de hormigón y una cúpula central con murales.
Los murales de la cúpula central fueron realizados por artistas como Antonio Berni, Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino, Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro Guimarás, y son considerados la máxima expresión del muralismo argentino. Los murales abordan una variedad de temas, incluyendo la historia y cultura argentina, y la función social del arte.
Durante la dictadura militar (en el período de 1976 a 1983), el sótano del edificio fue utilizado como un centro de detención y tortura. En 1987, un equipo de filmación descubrió este centro abandonado, donde se encontraron marcas desesperadas hechas por prisioneros. En 1998, Arturo Santana, un sobreviviente de la tortura, reconoció el lugar mientras trabajaba en un documental, recordando su secuestro y tortura allí en 1976.