La capilla funeraria de la familia de las Alas (s. XIV) se encuentra en el flanco septentrional de la iglesia de los Padres Franciscanos de Avilés (antigua parroquial de San Nicolás de Bari, en Asturias). Esta zona, adyacente a la muralla medieval, estuvo ocupada por el cementerio de la villa hasta su traslación en 1813 a un prado próximo al desaparecido convento de la Merced. Originalmente fue una construcción exenta y autosuficiente, y rivalizaría en protagonismo visual desde la ría con la propia iglesia parroquial de San Nicolás. Además, su destino funerario, su autonomía espacial, su ambición material y, sobre todo, el carácter individual de su promotor nos advierten de la aparición de una nueva mentalidad, menos colectiva y más personal, que persigue el afianzamiento social del comitente y de su linaje.
En el año 1991 la capilla fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) (BOPA, 14-XI-1994).
Desde el punto de vista estructural, la capilla de los Alas es una auténtica novedad en el panorama de la arquitectura asturiana contemporánea. El edificio presenta planta cuadrada, orientación correcta y emplea sillería bien trabajada en los muros. Esta calidad del material era muy poco habitual y revela una excepcional capacidad económica del promotor, que desea exhibirse ante sus conciudadanos.
En cuanto a la cubierta es, sin duda, el elemento distintivo de la capilla y su existencia condiciona en gran medida el resto de la estructura. Se trata de una bóveda cupuliforme reforzada por nervaduras. Este tipo de cubierta, también conocida como aquitana, consiste en un armazón de apariencia semiesférica dispuesto en hiladas concéntricas. Los nervios cruceros parten de unos rostros muy esquemáticos situados en las esquinas del edificio y se cruzan sobre una clave labrada con la imagen de lo que parece ser el rostro de Cristo. Estas nervaduras no tienen una función de transmisión de empujes como sucede en el gótico clásico, sino que actúan tan solo como refuerzo para contribuir a soportar unos empujes que descansan directamente sobre los muros.
Tal como revelan las investigaciones del profesor José María Azcárate, quien publicó un estudio fundamental sobre las construcciones protogóticas españolas, los modelos cupuliformes aquitanos llegaron a la Península durante la segunda mitad del siglo xii a través de la construcción de la catedral de Zamora y se extendieron después a Salamanca, Toro, Plasencia, Sahagún y zonas de la Colegiata de Santillana del Mar.
El acceso al interior de la capilla se efectúa mediante una portada sencilla de doble arquivolta enmarcada por guardapolvo y soportada mediante cuatro columnas bajo un escudo del linaje de factura moderna. En el tímpano se acomodan lo que parecen ser cabezas aladas de serafines sugiriendo un trilóbulo. En los capiteles se figuran cabezas humanas en marcado altorrelieve que se proyectan hacia el fiel que penetra en el recinto. Dado que se distinguen individuos barbados, parece que se trata de personajes masculinos y femeninos enfrentados por parejas. En todos ellos se efectúa un tratamiento muy ornamental del cabello que, en ocasiones, parece estar cubierto de plumas o realzado mediante diademas.
El escudo de la fachada es una reproducción del original, que se encuentra en el interior de la capilla. No es medieval, sino de época moderna y exhibe las armas de la familia de las Alas: un castillo con tres torres flanqueadas de alas sobre ondas de agua y con un guerrero armado a la puerta.
Precisamente, la función principal de la capilla de los Alas es servir como digno sepulcro para Pedro Juan y su familia. La situación del edificio, en pleno camposanto y próximo a la capilla mayor del antiguo templo románico, aseguraba ya ciertos beneficios religiosos, que fueron redondeados por el promotor con la fundación de una capellanía y la previsión de misas por sus almas. En el interior se dispusieron dos sepulcros bajo arcosolio a ambos lados de la capilla. Los sepulcros de la epístola se corresponden con otros dos arcos en el exterior del recinto.