Hallazgo

Debido a las espesas capas de ceniza que cubrieron las dos ciudades situadas al pie del monte Vesubio, sus nombres y ubicaciones precisas fueron gradualmente olvidados a lo largo de los siglos. En 1710, el príncipe de Elboeuf, al enterarse del descubrimiento de mármol trabajado en las cercanías, inició una exploración que más tarde se determinó que correspondía a Herculano. Durante su exploración, el príncipe tuvo la suerte de encontrar el antiguo teatro, que se convirtió en el primer ejemplo completo de un teatro romano jamás descubierto. Sin embargo, su principal interés residía en las obras de arte para su propia colección, y las extrajo sin llevar un registro preciso de su ubicación.

Siguiendo el ejemplo de Elboeuf, la búsqueda de Herculano continuó de manera algo más sistemática en 1738 por Roque Joaquín de Alcubierre, y en 1748 comenzaron las excavaciones en Pompeya bajo el patrocinio del rey y la reina de Nápoles, Carlos de Borbón y María Amalia de Sajonia. Sin embargo, estas exploraciones se centraron principalmente en la recuperación de obras maestras antiguas para embellecer el palacio real, y no se llevó a cabo un registro detallado de los hallazgos arqueológicos.

Herculano se encuentra parcialmente enterrada a una profundidad de entre 15 y 18 metros bajo una capa de ceniza y material piroclástico, y solo se ha descubierto aproximadamente un 4% de la ciudad. En contraste, Pompeya estaba cubierta por una capa de ceniza con un promedio de 6-7 metros de profundidad. Después de la erupción, se intentaron localizar las ciudades sin mucho éxito, y con el tiempo, cayeron en el olvido a lo largo de los siglos hasta que fueron redescubiertas en 1592.

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