El Big Ben es una joya arquitectónica y un emblema histórico de Londres, situado en el noroeste del Palacio de Westminster. Aunque inicialmente se refería solo a la campana, el término ha llegado a englobar tanto el reloj como la torre, la cual fue rebautizada en 2012 como Elizabeth Tower en honor a la Reina Isabel II. Destaca por albergar el reloj de cuatro caras más grande del mundo y ser una de las torres de reloj más elevadas.
La historia del Big Ben está intrínsecamente ligada a la reconstrucción del Palacio de Westminster, ordenada tras el devastador incendio de 1834. Fue Sir Charles Barry quien ganó el concurso para el diseño del nuevo palacio, incluyendo una torre de reloj en su plan. La construcción de la torre comenzó en 1843, pero el proyecto completo del reloj se enfrentó a numerosos desafíos y no se completó hasta 1859, destacando así por su prolongado y meticuloso proceso de construcción.
La tarea de diseñar el reloj recayó en el abogado y amateur horólogo Edmund Beckett Denison, quien, junto con George Biddell Airy, el Astrónomo Real, y el relojero Edward John Dent, crearon un mecanismo de relojería que se destacaría por su precisión inigualable. La gran campana, conocida como Big Ben, fue fundida por la fundición Whitechapel Bell Foundry, pero la primera campana se agrietó durante las pruebas. Una segunda campana, fundida en 1858, finalmente se instaló en la torre.
A lo largo de los años, Big Ben ha presenciado numerosos eventos históricos y se ha mantenido como un símbolo de resistencia. Sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, aunque el Palacio de Westminster sufrió daños significativos. En 1976, el reloj sufrió una avería importante cuando el mecanismo se rompió, lo que llevó a una reparación que duró varios meses. Más recientemente, la torre ha sido sometida a un extenso proyecto de restauración para preservar su estructura e integridad para las generaciones futuras.
La torre demanda un esfuerzo físico para ser explorada completamente, con 334 escalones de piedra que conducen a su cima, desde donde se pueden captar vistas inolvidables de la capital británica.
Su icónico sonido, familiar a nivel global gracias a su inclusión en múltiples producciones cinematográficas y televisivas, es un recordatorio de la perseverancia y la trascendencia del tiempo. Su visita es esencial para entender no solo la historia de Londres, sino la capacidad humana de crear monumentos duraderos en el tiempo.