La alcazaba de Mérida, erigida en el siglo IX junto al emblemático puente romano sobre el río Guadiana, es considerada la fortificación islámica más antigua conservada en la península ibérica. Construida en el año 835 por orden del emir Abderramán II, su objetivo era establecer un bastión defensivo ante las continuas revueltas que la ciudad venía protagonizando desde inicios del siglo IX. Desde 1993 forma parte del Conjunto Arqueológico de Mérida, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Este complejo militar presenta un trazado cuadrado de unos 130 metros por lado, concebido para albergar una guarnición significativa. En su interior destaca un aljibe subterráneo, al que se accede desde una torre mediante una doble escalera. Esta cisterna recoge el agua filtrada del cercano Guadiana y está decorada con elementos arquitectónicos reutilizados de época visigoda, como pilastras talladas con motivos vegetales y racimos enmarcados por columnas.
El perímetro total de la fortaleza alcanza los 550 metros y está delimitado por gruesos muros de unos 2,70 metros de anchura y cerca de diez metros de altura, construidos mayoritariamente con sillares de granito procedentes de edificaciones romanas y visigodas, unidos con un núcleo de tierra y argamasa. En sus esquinas se alzaban originalmente grandes torres cuadradas, y a lo largo de los lienzos de la muralla se distribuían otras veintidós torres de menor tamaño, algunas de las cuales pertenecen a reformas posteriores de época cristiana.
El acceso a la alcazaba desde el puente romano se realizaba a través de un recinto fortificado conocido como el alcazarejo, una especie de barbacana cuya función era controlar el tránsito de personas y mercancías sin que el recinto principal se viera comprometido. Aún se conserva sobre el arco de herradura de la puerta principal una inscripción fundacional en árabe que menciona a Abderramán II como promotor de la obra, así como a sus responsables directos, fechando la construcción en abril del año 835.
Tras la conquista cristiana de Mérida en 1230, el recinto pasó a manos de la Orden de Santiago, que lo adaptó para alojar la sede de la Encomienda. En el ángulo norte de la alcazaba se instalaron entonces diversas dependencias, entre ellas una iglesia y un claustro con doble galería de arcos de medio punto, construidos entre 1563 y 1600 como parte del Priorato de San Marcos de León. A finales del siglo XX, este conjunto fue restaurado para acoger la sede de la Presidencia de la Junta de Extremadura.
La ubicación estratégica de la alcazaba ha hecho de ella un testigo privilegiado de las distintas etapas históricas de Mérida. En su interior se conservan tramos de la doble calzada romana del decumanus maximus y los cimientos de la puerta monumental que separaba la ciudad del puente. También se han hallado restos de la muralla fundacional de Augusta Emerita, viviendas extramuros, pequeñas estancias probablemente dedicadas al comercio, e incluso una casa del siglo IV con peristilo, termas, mosaicos y pavimentos de mármol.
Insertados en los muros árabes pueden verse numerosos elementos constructivos romanos, como cupas funerarias reutilizadas, así como piedras visigodas esparcidas por todo el recinto. Cerca del antiguo convento santiaguista se descubrió una inscripción que hace referencia a una iglesia visigoda dedicada a Santa María, mencionada también en documentos de la Orden de Santiago como ubicada junto al aljibe. En el siglo XIX se añadieron construcciones como un cenador y un pórtico neogótico que reutiliza columnas de época visigoda, evidenciando la continua transformación y reutilización de este espacio clave en la historia urbana de Mérida.