Las murallas de Córdoba son los antiguos muros defensivos de la ciudad. Se pueden distinguir cinco recintos amurallados: la Villa o Medina, la Ajerquía, el Castillo de la Judería, el Alcázar Viejo y la Huerta del Alcázar, estos tres últimos en el actual barrio de San Basilio.
Las primeras murallas con las que contó la ciudad fueron construidas en el siglo II, durante la época romana, abarcando un perímetro de, aproximadamente, 2650 metros y un área de unas 47,6 hectáreas. Este recinto amurallado contaba con cuatro puertas que estaban orientadas a cada uno de los cuatro puntos cardinales.
Posteriormente, durante el gobierno del emperador Tiberio, se eliminó el lienzo sur para ampliar el área amurallada expandiendo la ciudad hacia el río y abriendo nuevas puertas de acceso a la ciudad.
En la época musulmana las antiguas murallas romanas se encontraban en un estado deplorable. Durante la Fitna de al-Ándalus, el antiguo recinto amurallado fue reconstruido. Más tarde, como consecuencia del acercamiento cristiano, se construyó en la parte oriental de la ciudad una nueva muralla anexa a la existente con el objetivo de proteger las viviendas situadas extramuros. De esta forma, el recinto amurallado quedó dividido en dos partes: por un lado el antiguo recinto amurallado, denominado la Madina (al-Madina); y por otro lado el nuevo recinto amurallado anexo, denominado la Axerquía (al-Sarqiyya).
Tras la conquista cristiana de la ciudad, se mantienen y restauraron las antiguas murallas. En la última mitad del siglo XIV se añaden tres nuevos recintos amurallados: el Castillo de la Judería, la Huerta del Alcázar y el Alcázar Viejo.