El Palacio de Schönbrunn, también conocido como el Versalles vienés, es uno de los principales edificios históricos y culturales de Austria, desde el XIX ha sido una de las principales atracciones turísticas de la ciudad de Viena y ha aparecido en postales, documentales y diversos filmes cinematográficos. Dentro de la iglesia hay importantes pinturas del pintor Giambattista Pittoni que muestran la educación de María y San Juan Nepomuceno, durante su época fue el pintor más solicitado por todos los tribunales reales europeos. El palacio, junto con sus jardines, fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1996.
Si nos remontamos a su historia, debemos destacar que en 1559 el emperador Maximiliano II hizo construir un pequeño palacio de caza que sería destruido completamente en el segundo sitio de Viena. A raíz de ello, el emperador Leopoldo I encarga a Johann Bernhard Fischer von Erlach la construcción de un palacio para su hijo José. El arquitecto presenta un plan cuya realización, de una manera muy reducida a sus pretensiones iniciales, comenzaría en el año 1696 y finalizaría entre los años 1699 y 1701,2 aunque no existe consenso en este punto. De esta primera construcción sólo queda la Capilla de Palacio y la Escalera Azul con un fresco de Sebastiano Ricci.
Carlos VI no mostró especial interés en Schönbrunn, pero será su hija, María Teresa quien convertiría el palacio en residencia veraniega de los Habsburgo; estatus que conservaría hasta el final de la monarquía en 1918. Durante el gobierno de María Teresa se procede además a una ampliación importante del palacio bajo la batuta de Nikolaus von Pacassi, quien ya había trabajado también para la familia imperial en Hofburg. La mayor parte de la decoración interior tiene su origen en esta época y es una de las pocas muestras existentes del llamado rococó austríaco
Hacia 1765 Johann Ferdinand Hetzendorf von Hohenberg, asume la dirección de los trabajos de construcción del palacio. Su obra más significativa es la Glorieta que completa ópticamente el gran parque palaciego.
Entre 1817 y 1819 Johann Aman lleva a cabo una unificación y simplificación de la fachada siguiendo ya claramente los dictados del clasicismo. De esa época es también el color amarillo tan característico de la fachada, que hasta el siglo xx constituiría una de las "marcas" de la monarquía habsburga, pues todos los edificios oficiales estaban pintados con el mismo color.