Aunque el puente conservado data del siglo XV, ha quedado referencia de que en época romana hubo un puente que fue destruido hacia el año 827-828 y luego reconstruido por Abderramán II en 839. El que se ha conservado de 1440 tiene unos 225 metros de longitud sobre 7 arcadas. Sus luces oscilan entre los 14 a los 32 metros y los arcos se apoyan en pilares de desigual ancho, con tajamares para desviar el agua.
Como anécdota, una riada el año 1643 destruyó dos de las arcadas centrales del puente, circunstancia que se documenta en la Vista de Zaragoza pintada en 1647 por Martínez del Mazo. Era el tramo donde se irguieron dos torrecillas de origen medieval. El puente fue reparado en 1659, incluyendo las dos torres, por Felipe de Busignac, maestro de obras de Zaragoza, que modificó también los tajamares y espolones del puente, ampliándolos. La piedra utilizada para construir el puente fue traída de la cantera que tenía el Papa en el monte de Burrén, entre los pueblos de Fréscano y Bisimbre. En su origen el puente estuvo flanqueado por torres que se demolieron en 1906.
Fue remodelado en el siglo XX en varias ocasiones; en 1991 se añadieron cuatro leones de bronce, que desde dicho momento se consagraron como el emblema de Zaragoza, siendo símbolo de fuerza y poder.
Este conjunto monumental, que a nivel nacional supuso un gran avance ya que desde mediados del siglo XV el puente garantizó las comunicaciones del cuadrante noreste peninsular, se ha convertido en uno de los elementos distintivos de la ciudad de Zaragoza.