La Real Casa de las Fieras de Versalles, conocida en francés como Ménagerie royale de Versailles, representó uno de los primeros y más ambiciosos proyectos de Luis XIV en el esplendoroso entorno del palacio. Antes incluso de la creación del majestuoso Gran Canal, el monarca encargó al arquitecto Louis Le Vau la construcción de esta maravilla en 1663, destacando su diseño octogonal coronado por una imponente cúpula de pizarra. Aunque lamentablemente no perdura en la actualidad, algunos vestigios como vistas aéreas, una garita de centinela y un edificio adyacente cercano al Pabellón de los Faroles aún sugieren su grandiosidad pasada.
En su apogeo, la Casa de las Fieras albergaba una asombrosa variedad de criaturas exóticas, desde avestruces y rinocerontes hasta pelícanos y elefantes, convirtiéndola en un punto de referencia para el asombro y el deleite de la corte y los visitantes ilustres de toda Europa. Diseñada como un lugar ceremonial, la ménagerie ofrecía una experiencia de esplendor y maravilla, donde nobles, artistas, científicos y curiosos se maravillaban con la diversidad de la fauna mundial.
La adquisición de estas especies exóticas no solo fue un gesto de lujo real, sino también una demostración de poder político. Bajo las instrucciones de Luis XIV, su primer ministro Colbert supervisó la obtención de animales raros y curiosos de todos los rincones del mundo, incluso a través de compras realizadas por la Compañía Francesa de las Indias Orientales. Sin embargo, el transporte de estos seres vivos a menudo resultaba difícil y arriesgado, con una alta tasa de mortalidad durante los viajes marítimos.
La Casa de las Fieras también se convirtió en un centro de interés para la élite intelectual y artística de la época, atrayendo a cirujanos, zoólogos, pintores y otros estudiosos que deseaban estudiar y representar estas fascinantes criaturas. Además, la ménagerie no solo sirvió como un escaparate de fauna exótica, sino también como una residencia de recreo para figuras importantes de la corte, como María Adelaida de Saboya, quien transformó el lugar en un espacio para sus diversiones personales y sus encuentros amorosos clandestinos.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la atención y el mantenimiento de la Casa de las Fieras disminuyeron, y durante la Regencia y el reinado de Luis XV, el interés por el lugar se desvaneció. Finalmente, con la llegada de la Revolución Francesa, la mayoría de los animales fueron sacrificados o vendidos, y la ménagerie cayó en ruinas. Los pocos sobrevivientes fueron trasladados al Museo de Historia Natural, marcando el triste fin de esta notable colección de criaturas.
A pesar de su desaparición, el legado de la Real Casa de las Fieras perdura como un hito en la historia de los zoológicos modernos, sentando un precedente para la exhibición y clasificación de especies animales que sería imitado en toda Europa.