Basílica de Fruela I
El rey asturiano Fruela I mandó construir una basílica consagrada a San Salvador en el terreno donde hoy se encuentra la actual catedral de Oviedo. El momento exacto de la fundación es desconocido si bien gracias a una de las dos inscripciones fundacionales de la catedral de Alfonso II de Asturias el Casto se puede atestiguar la fundación de la iglesia por parte de Fruela I. Aunque estas inscripciones fundacionales fueron destruidas a principios del siglo XVI, el texto fue recogido por el obispo Pelayo en el Liber Testamentorum Ecclesiae Ovetensis o Libro de los testamentos.
Conjunto de Alfonso el Casto
El rey Alfonso II el Casto, al trasladar la capital del Reino de Asturias a Oviedo, mandó edificar un conjunto catedralicio en los mismos terrenos, aprovechando algunos espacios de la antigua iglesia de San Salvador, conjunto que responde al esquema urbanístico de la Alta Edad Media: una catedral doble, es decir, única en su concepción institucional, pero que se concreta en dos edificios con diferentes usos, la residencia del obispo, dependencias episcopales y un muro de defensa.
La Crónica Silense da cuenta de la construcción durante treinta años del complejo eclesiástico que incluía además la Iglesia de San Tirso, confirmando la existencia de un ambicioso proyecto constructivo a largo plazo.
El conjunto de iglesias
El conjunto de iglesias estaba formado por varios edificios de culto de los que tenemos algunas referencias documentales, el monasterio de San Vicente, el posterior de San Juan Bautista y San Pelayo y, como núcleo principal, las basílicas de San Salvador y la de Santa María, que estuvo en pie hasta el siglo XVIII, aneja a la anterior como espacio cementerial. San Salvador, era la iglesia principal y muy posiblemente "iglesia propia" del rey, mientras que Santa María, estaba dedicada a liturgia funeraria dedicada a Alfonso II y, después, a todos los reyes de Asturias. De hecho, los citados y monasterios benedictinos de San Vicente (masculino) y San Juan Bautista y San Pelayo (femenino) también participaban de la liturgia funeraria en Santa María, tal y como se documenta hasta el siglo XVI, cuando esta auténtica ciudad santa se descompuso tras la reconstrucción de San Vicente y el cambio de ubicación de su iglesia y la ulterior segregación de San Pelayo en una estricta clausura femenina, cerrándose las puertas que comunicaban ambas instituciones con el cementerio de San Salvador, centrado en la capilla funeraria regia.67 La basílica de San Salvador fue verosímilmente consagrada el 13 de octubre de 821. Era un edificio de tres naves con cabecera triple rectangular y cubierta de madera, según el modelo de la Iglesia de Santullano. Sus dimensiones eran, aproximadamente, de 40 m de longitud, 20 m de ancho y 25 m de altura máxima.8 La cabecera tripartita albergaba un altar principal dedicado a San Salvador, advocación del templo, y otros doce dedicados a los apóstoles, que llegaron a ser posteriormente veintiuno, teniendo muchos de ellos una doble dedicatoria. La iglesia estaría decorada con pinturas de estilo semejante a las existentes en Santullano.
El espacio para la residencia del clero y el futuro palacio episcopal
Al sur de San Salvador se situaban una serie de construcciones de las que hoy en día quedan restos al sur de la catedral y por debajo del actual palacio episcopal. Aprovechando la total destrucción del mismo durante la guerra civil española y como parte de los trabajos de reconstrucción, se realizaron entre 1942 y 1950 unas excavaciones por la que los arqueólogos José María Fernández Buelta y Víctor Hevia Granda determinaron que correspondían al palacio real de Alfonso II el Casto. Sin embargo esta opinión es rechazada actualmente por otros historiadores, como César García de Castro Valdés y Eduardo Carrero Santamaría, quienes cuestionan la original localización del palacio, mientras que los restos vecinos a la catedral debieron pertenecer al clero que se ocupó de San Salvador hasta su promoción a catedral, momento en que debieron transformarse en palacio del Obispo y otras dependencias episcopales, a la par que en sus alrededores se edificaban las casas y palacios de las dignidades capitulares que, en buena medida, pervivieron topográficamente hasta la contemporánea apertura de la actual Corrada del Obispo.910 La Cámara Santa sería, por tanto, el tesoro de la catedral de San Salvador, siguiendo las constantes de la arquitectura de la época, compuesto por dos espacios superpuestos y adosados a una estructura cuadrada más alta llamada Torre de San Miguel.11 No queda constancia documental sobre el funcionamiento del piso bajo, apodado como "cripta de Santa Leocadia", que sirvió como espacio de enterramiento en fechas algo posteriores a su construcción, con la elevación de un pórtico funerario en su lado norte. El superior, el propio tesoro, conocido más tarde como Capilla de San Miguel, adquirió en el siglo XI, una vez desarrollado el culto a las reliquias y la peregrinación, la función de relicario que conserva en la actualidad. Se supone que la construcción de este edificio tuvo lugar hacia el 884, en pleno reinado de Alfonso III el Magno, conjuntamente con la Torre Vieja que le servía de defensa y completaba la fortificación del conjunto levantado anteriormente.
Reformas románicas
A finales del siglo XI, la Torre Vieja completó su función defensiva con la de campanario, recibiendo para ello un cuerpo románico con dos vanos por fachada de medio punto rematado por una bóveda esquifada.
Más importante es la reforma llevada a cabo en la Cámara Santa a finales del siglo XII. La antigua cubierta de madera fue desmontada para construir a continuación una bóveda de cañón que descansa en el interior sobre columnas en las que se esculpió un Apostolado, obra cumbre del románico español. En el muro oeste se incrustaron las cabezas esculpidas de Cristo, San Juan y la Virgen, pintándose el resto de la escena sobre el propio muro. Los restos de pintura que quedaban en dicho muro desaparecieron con la voladura de la Cámara Santa durante la Revolución de Asturias de 1934, por lo que hoy en día las cabezas parecen estar fuera de contexto.
La Catedral Gótica
La influencia de la arquitectura gótica, que ya era patente en Castilla a comienzos del siglo XIII, no llegó a Asturias hasta los años finales de dicho siglo, cuando comenzó la renovación gótica del conjunto catedralicio, no por el edificio principal, tal vez por reverencia hacia la antigua basílica o por escasez de recursos para afrontar una obra de tal envergadura, sino por edificios anexos: la sala capitular y el claustro. Se tendría que esperar casi otro siglo más para ver comenzada la catedral gótica.
La sala capitular debe su construcción al patrocinio del chantre de la catedral Pedro Esteban, fallecido en 1293 y enterrado en la propia sala, y al del deán y luego obispo Fernando Alfonso. No se conocen ni el arquitecto responsable del diseño y dirección de las obras del edificio, ni la fecha de comienzo de las mismas. Se sabe que en 1300 estaban ya comenzadas y que en marzo de 1314 tuvo lugar la primera reunión del cabildo catedralicio en la nueva sala.
Los inicios de la construcción del templo gótico comienzan en 1382 bajo el mandato del obispo Gutierre de Toledo. Es elegido primer arquitecto Juan de Badajoz el Viejo si bien trabajaron además de él Juan de Candamo de las Tablas y Pedro Bunyeres 1920 con las obras de transformación del presbiterio a capilla mayor.
En el siglo XVI se termina el pórtico y la torre de la fachada. Es lo que podemos contemplar de la catedral actual. En los siglos siguientes se hicieron obras y mejoras en muchas de las capillas.
Siglo XX
El 11 de octubre de 1934, en la quema de conventos de la Revolución de Asturias, un grupo de revolucionarios explosionó en la cripta de la Cámara Santa una bomba que arruinó gran parte del monumento y causó serios daños a la estructura. También sus obras de arte sufrieron grandes desperfectos y desaparecieron importantes reliquias, aun así se pudieron rescatar tesoros de la cripta como el Santo Sudario de los escombros. Se realizó la reconstrucción de este desastre entre 1939 y 1942, respetando en la medida de lo posible y reconstruyendo según el original.