Ángel Mateos aprendió el oficio de cantero trabajando de joven con su padre, Antonio, maestro cantero que poseía una empresa familiar de construcción en la que Mateos trabajaba con sus hermanos. En ella obtiene, junto con un profundo respeto al trabajo bien hecho, los conocimientos sobre el hormigón y la talla en piedra.
Este “Beso” es la única talla directa en granito natural de la colección. Con ella recibió uno de sus primeros premios de escultura en el Salón de Otoño madrileño. No fue el único premio que recibió en estos años, y estos premios ratifican al joven escultor en su determinación.
En ella destaca el tratamiento diferenciado para cada figura, quizás reflejo de la fascinación que Mateos sentía por los inacabados Esclavos de Miguel Ángel. La figura del genio del renacimiento era un referente en su corto bagaje.
Este beso, junto con una talla de San Pedro, son las únicas esculturas que Mateos talló en piedra natural. Y no es de extrañar, el escultor en ciernes pretendía un camino propio en el arte, y este anhelo lo alejaba también de los materiales tradicionales en escultura. Mateos poseía ya la técnica que le permitía reproducir el modelo natural, pero como creador quería algo más. Seguiría buscando una escultura original que no fuera la repetición de modelos tradicionales.