La Basílica de la Santa Cruz de Florencia es un conocido ejemplo de la arquitectura gótica italiana. El 3 de mayo de 1294 se iniciaron las obras de lo que había sido una modesta iglesia construida por los franciscanos en la época de la muerte de San Francisco de Asís en 1226. Arnolfo di Cambio, el maestro de obras (lo que hoy llamaríamos un arquitecto), recibió el encargo de construir una iglesia nueva y más grandiosa que rivalizara con Santa Maria Novella, iniciada por los dominicos 50 años antes.
Fue dedicada el 6 de enero de 1443 en el calendario florentino, o 1444 en el gregoriano.3 El 20 de diciembre de 1933 fue elevada a la categoría de basílica menor.
La iglesia de la Santa Cruz de Florencia ha sido durante mucho tiempo punto de encuentro de los pintores, pensadores, teólogos, clérigos e intelectuales más célebres de la ciudad, así como de políticos. También ha sido un refugio para las familias influyentes que ayudaron a dar forma al carácter de Florencia durante la Edad Media y el Renacimiento, tanto en los buenos como en los malos tiempos. Entre los muchos cristianos notables que se alojaron en el monasterio se encuentran San Buenaventura, San Antonio de Padua, San Bernardino de Siena y San Luis de Anjou, obispo de Toulouse. Varios papas, entre ellos Sixto IV, Eugenio IV, León X y Clemente XIV, lo utilizaron como lugar de retiro y descanso. Esta catedral, con su magnífica arquitectura gótica, sus frescos, sus retablos, sus hermosas vidrieras y sus numerosas esculturas, es uno de los ejemplos más significativos del arte florentino del siglo XIII en adelante.