A mediados de los años 80, Ángel Mateos comienza a alejarse de los circuitos artísticos, del cotarro que es el mundo del arte, como él lo definía. Este alejamiento del mundo expositivo, le lleva a plantearse proyectos que puedan simbolizar la culminación de su trayectoria. Y entre ellos comienza a fraguar la idea de un museo para sus esculturas.
Para ello, deja de lado los últimos planteamientos minimalistas y vuelve al expresionismo de sus primeras abstracciones, al brutalismo de su serie Espaciales, si bien ahora incorpora la espacialidad que su obra ha ido ganando con los años. Mateos reivindicará el carácter constructivo de su escultura, ahora sí concebida ésta como proyecto arquitectónico.
Este es el gran proyecto por el que el escultor estuvo luchando durante años por poder realizarlo, pero la envergadura de este proyecto, desbordaba las posibilidades financieras de Mateos. Su gran habitáculo no pudo llevarlo a cabo, y pasó a formar parte de ese mundo de grandes obras por él imaginado.
Invitamos al visitante a detenerse en esta obra, a acercarse e imaginar cómo sus huecos interiores podrían albergar un gran espacio expositivo. Qué extraordinario icono de modernidad hubiese sido para la monumental Salamanca.
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