Ángel Mateos va adquiriendo conciencia como creador plástico; concibe el ARTE como una forma de expresión y de superación, y lo siente como un impulso creativo que le lleva a buscar su propio lenguaje y aportación a la escultura.
En esa búsqueda, adquiere el convencimiento de que una obra auténtica tiene que surgir del conocimiento y experiencia propias, y que el creador tiene que dominar el medio si quiere obtener una obra representativa de su propia visión.
El resultado es esta primera gran serie de los “Acantilados”, en la que Mateos modela el hormigón imprimiéndole una apariencia rocosa, como milenarias figuras talladas en las rocas, y desgastadas a lo largo de los tiempos. Con ese modelado expresionista Mateos aborda los mitos del arte clásico : Minerva, Olimpiada de los Dioses , El pensador, El creador...
Pero lo que el autor está representando es un homenaje a la naturaleza, a su fuerza expresiva. Se puede fácilmente deducir, si tenemos en cuenta su entorno natural, el oeste salmantino, de milenarias rocas de granito y profundas y agrestes riberas.
Mateos anhela una obra libre de influencias, y con estos Acantilados consigue una obra tremendamente singular, pero adquiere también el convencimiento que esa obra personal no llegará hasta que no prescinda igualmente de referentes míticos y nuevas versiones de “lo ya hecho”. Después de esta serie, nada volverá a ser igual. En este sentido, la obra “El Guerrero” cierra esta etapa, y ejemplifica el cambio que le llevará a la abstracción.