Mateos comienza con estos Dólmenes una escultura plenamente constructivista. Al configurar la forma, los volúmenes comienzan a ordenarse bajo una lógica constructiva de disposición vertical-horizontal.
Fascinado por la mística de los dólmenes megalíticos, recrea las primeras arquitecturas humanas, con las que quiere sugerirnos grandes monumentos, grandes dólmenes de hoy día. El escultor rinde homenaje a aquellos primeros creadores anónimos, y con ello celebra la capacidad humana de construir, de transmitir una cultura y dejar constancia de nuestro paso por la vida. Su escultura se vuelve así transcendente en cuanto a la intención. Estamos ante un creador maduro que ha encontrado su camino, su escultura, a la que el hormigón le confiere la fuerza y la permanencia necesarias.
A lo largo de esta serie, y de forma gradual, las tablillas del encofrado se van disponiendo verticalmente en todos los planos de su superficie. Mateos se da cuenta de que esta disposición vertical, proporciona a la obra un nuevo carácter monumental. Resulta un hallazgo decisivo, y junto con el carácter arquitectónico que aporta el material, serán las dos características principales que formarán ya siempre parte del ADN de su escultura.
Dentro de esta serie, cabe destacar la obra “Dolmen X, La Edad del Hormigón”, una de las más queridas de Ángel Mateos. Con ella resultó premiado en 1974 en el “Concurso Internacional de Escultura Autopistas del Mediterráneo”. Fue el primer gran premio de su etapa abstracta, pero sobretodo, fue el que le permitió realizar su primera escultura a gran tamaño. Y allí está, con sus doce metros al lado de la autopista A-8, a la altura de San Sadurní de Noya.