A lo largo de su investigación plástica, Ángel Mateos va desarrollando paulatinamente un proceso constante de depuración de la forma. Había llegado en varias series a un alto grado de simplicidad en su escultura, pero su investigación a partir del plano único tenía un único final consecuente: el minimalismo.
Mateos comenzó a trabajar en 1974 con el plano único, dando lugar a varias series, Menhires y Flexiones, y en 1979 retoma esa investigación con esta serie que denomina, de forma genérica, Verticales. En ella Mateos trabaja de forma analítica las posibilidades expresivas del plano, dando lugar a las cuatro parejas que componen esta serie: Homenajes, Torsiones, Neolitos y Pílonos. En algunas de estas, el principio de mínima intervención es llevado a su máxima expresión, y la simplicidad y sutileza son su denominador común.
De forma paralela, a lo largo de los años fue desarrollado un profundo conocimiento de la técnica del hormigón, lo que le permite en esta serie, llevar el material al límite de sus posibilidades estructurales. El hormigón ha dejado de ser un simple material para Mateos, y se ha convertido en un auténtico médium artístico, del que deriva la potencia monumental de su obra. Como él escultor decía, “El hormigón es el material más representativo de esta era, y al igual que la piedra definió una época, esta será la edad del hormigón”.